28 de septiembre de 2009

Libertad,,!*



- Oh, Campanilla, ¿por qué estás tan callada?
- No estoy callada, Principito. Sólo estoy escuchando la libertad…
- ¿La libertad?
- Sí…- ¿Y cómo es eso?
- Mira… Tan sólo escucha como murmuran los árboles, riéndonos de nosotros que creemos ser libres porque podemos caminar, movernos y volar. Escúchalos…Ellos son quienes realmente son libres. No nosotros.
- Pero entonces no escuchas la libertad, Campanilla, escuchas el murmullo de los árboles.
- No, escucha más atentamente todavía, y podrás oir a Libertad susurrarles al oído a los árboles que no digan nada. Que nos dejen con la ilusión de ser libres.
- ¡Tienes razón Campanilla, puedo oirla! ¡Puedo oir la libertad!
- Suficiente, Principito, no la sigas escuchando…
- Pero, siempre quise ser libre. ¡Quiero saber más sobre ella!
- No, por favor, detente. ¡Acompáñame al río, quiero que nademos juntos!
- Espera Campanilla, sólo un minuto más. Quiero saber qué dice la libertad sobre nosotros…

- ¿Oíste lo mismo que yo, Campanilla?
- Sí, ya lo había oído antes. Y no quise derrumbar tu ilusión. ¡Ay, Principito! ¿Cuándo aprenderás que la libertad no existe?
- ¿Cómo? ¿Pero entonces que escuchaba?
- No era Libertad. Libertad no existe. Sólo es una ilusión, de la que vivimos aferrados. Y esa ilusión nos mantiene siempre pendientes de ella, y así es como desaparece Libertad.
- Campanilla, me estás mareando…
- Quien tu crees que se llama Libertad, en realidad se llama Condena. Y es la condena a ser preso de ella…

Tinkerbell,,!*

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